7 notas sobre David Lynch
[ 1.0] Últimamente se ha escuchado demasiadas veces la pretendida oposición entre el «horror que viene de adentro» y el que viene «de afuera». Más allá de la imprecisión de la dicotomía así formulada, lo que cabe entender es que a cierto horror dedicado a monstruos de los pantanos o momias de las pirámides –por dar dos ejemplos cualquiera–, que amenazan o vulneran a los protagonistas de los relatos, cabe oponer otro tipo de horror, en los que esas amenazas o vulneraciones en lugar de depender de monstruos definidos en tanto ajenos a lo humano (o al menos a la subjetividad de los protagonistas, con la que se asume resuena la del lector o espectador) lo hacen de ciertas pautas de lo humano mismo: lo «psicológico», digamos. Quizá el principal problema de esta oposición binaria es que se parece demasiado a una opción de lectura, a un automatismo lector o a un tara: dado un monstruo cualquiera es fácil leerlo –si se quiere o si no se lo puede evitar– como un trasunto o alegoría ...